10 December 2012

Relato de los Lunes #6 - TEEN AGE RIOT‏

Canción: Sonic Youth – Teen Age Riot


TEEN AGE RIOT
Estoy hasta las narices de que la gente no entienda el silencio. Qué hay de malo en permanecer en silencio durante un par de minutos. ¿Qué hay de malo? ¿Por qué hay que hablar de algo siempre?
No digo que esté mal hablar pero, precisamente, el silencio es una de las razones por las que considero al mundo un lugar agradable. La gente charlotea como si realmente dijese cosas interesantes. ‘¡Oh, vamos! ¡Mantén la boca cerrada!’ creo que podría utilizar esa frase varias veces al día. Con personas de todo tipo. A veces parece que las personas mayores tienen cosas que decir, pero no ocurre siempre. No son todos tan interesantes como quieren hacernos creer. Conducir es una habilidad que no te convierte en alguien admirable. Por muy caro que sea el maldito coche del que tienes llaves. 

Alguien que no se molesta en poner un disco por la mañana, antes de abrir con impaciencia las páginas de economía de un periódico, no merece ser tratado con seriedad. De hecho alguien que abre con impaciencia las páginas de economía de cualquier diario no merece ser tratado.
¿Qué voy a decirles? Durante este año han pasado muchas cosas. Uno siempre piensa que en el último curso ya no queda nada por hacer, que siempre se acumula en el peldaño previo. En el tramo inmediatamente anterior. Pero no. En el último año de cada promoción pasan cosas inesperadas. Siempre que asumimos algo  la probabilidad de que suceda todo lo contrario se multiplica por cuatro mil.
Como que uno tiene que tomar la decisión más importante de su vida. Descubrir a qué quiere dedicarse durante los próximos cincuenta años. O lo que verdaderamente le hace feliz. Su vocación.
¿Realmente creen que todas esas personas, que les rodean, que entraron en la carrera convencidas de que eso era todo lo que querían, son felices haciendo aquello en lo que se especializaron? Es de locos. La exigencia del último año y las pruebas que, en cierto modo, determinarán a qué vida puedes acceder, la presión… Todo es una enorme responsabilidad. Estarán ustedes ya convencidos de que si en dieciocho años de vida (ocho de limitada consciencia) alguien es capaz de tomar una decisión de esta relevancia y dedicarse a ello: 1. O es mentira 2. Cambiará de idea otras tantas veces 3. Estamos ante lo que yo llamo un bienaventurado. Un bendito. Un genio a voces, tocado por la mismísima mano que hizo lo propio con Pablo Picasso

Afortunadamente este año, fuera de toda previsión, muchos de nosotros hemos terminado haciendo o experimentando bastantes cosas que no esperábamos. Y no es que los últimos cursos sean experimentales, que sí pruebas, es que las cosas funcionan como si nosotros fuésemos tal experimento.

Los profesores han puesto todo su empeño no vocacional en empujarnos al desastre. Bueno, la mayoría. El de la educación es un gremio complicado.
Muchos profesores no sienten ni un dedo de desaliento por el alumno apurado, muchos de ellos ni nos consideran personas y algunos, incluso, se atreven a aleccionarnos y prevenirnos mediante lo que yo llamo el ‘método del leñador’. Hachando progresos y reduciendo posibilidades. Son ese tipo de personas que te previenen, de la peor de las maneras, sobre posibles caídas a las que probablemente nunca vayas a enfrentarte. Por eso siempre les recordaremos, especialmente, como los primeros grandes miserables de nuestro periodo de adaptación.
Si pensaban que no nos daríamos cuenta, se equivocaban.
 Este año también he reparado en que hay un pensamiento generalizado cuya balanza se inclina en contra de las personas negativas. Es decir, he observado durante este año, que a las personas de carácter negativo se les da menos credibilidad. Menos tregua. Por alguna razón que desconozco, el mal gusto y las gracias tontas siempre caen en apoyo popular. Y en simpatía. Yo no he sido la alumna más positiva de este ni de ningún otro año. Ni dentro ni fuera del colegio. No soy una persona positiva. Y la mayoría de las cosas graciosas que digo tienen relación con experiencias fuertes. Así que a veces no resultan tan graciosas… Tampoco escucho la misma música que el resto de mis compañeros. Ni se me ocurriría ponerme una de esas horribles camisetas rosas con un parche silueteado de la figura de un puma, no. La jefa de estudios (Anna Smith) no te corrige si llevas algo de su agrado que no tenga que ver con la indumentaria oficial, pero hasta la última semana de curso me ha requisado la chaqueta negra que llevaba entre la chaqueta del chándal y la camiseta del uniforme. Igual le sirvieron las converse que me regalaron por navidad para hacer comentarios jocosos durante una buena temporada. Desde entonces he tenido tres pares distintos.  Smith dice que parezco un payaso. En realidad cuando a uno le mueve algo distinto siempre es un payaso a ojos de todo lo que camina de la mano. 
¡Oh! Y luego están mis amigas. Las chicas de clase suelen  tener un tema de conversación. Desde que lo descubrieran este año. En realidad hablo de las chicas en general. Ellas hablan de ellos. Y ellos se dedican a ser ellos mismos. Desde que cumplimos trece años, cuando nos vino la regla por primera vez, todas empezaron a ver películas de instituto americano. La revolución se inmiscuyó en las aulas. Montones de niñas pensando que enseñar los pechos y pintarse los ojos de negro con un lápiz que (por el grosor) bien podría ser de labios,  les convertiría directamente en mujeres. Su única problemática, a partir de ese momento hasta que mueran, será ¿gustarles? O una de las más arraigadas. Tendrán novios, maridos y exes más o menos interesantes. Que las escogerán basándose en el anodino criterio de ‘la ausencia de sustancia’ y que no tardarán en aburrirse de sus cuerpos.
Por no profundizar en ese tipo de relaciones sanas que tiene todo el mundo de repente. Relaciones maduras, adultas, perfectas.  Saben, toda esa gente que trata de parecer normal en realidad no lo es.

Este año perdí la virginidad ¿Pueden creerlo? No esperaba perder la virginidad antes de tener  claro que quería hacerlo, o de intentar cambiar de opinión. De batirme el cobre sobre mis propias opiniones, no sé. El encargado de la cafetería que hay frente a la biblioteca, al lado de la consulta del que hasta ahora fue nuestro pediatra,  me sedujo. Seducir es una palabra sofisticada y graciosa ¿saben? Mi madre acaba de enterarse, eso también. No hablé sobre ello porque en realidad no fue para tanto. Y porque no entiendo qué hay de agradable en introducir a otra persona en tu vida sexual de manera gratuita.
Él es mayor que yo. De hecho tiene treinta y dos. Es biólogo, y bastante aburrido la mayor parte del tiempo. La excusa  fue su colección de discos. Que, todo sea dicho, es alucinante. Aquel día llevaba una camiseta de los Smashing Pumpkins. Lo crean o no, esa fue la razón principal por la que decidí dejar que se acercase a mí de esa manera. Bueno, eso y que nunca se refirió a mis zapatillas como un aliciente para tratarme de manera distinta. Y si lo hizo fue para bien.
Nos hemos visto más veces pero creo que está saliendo con esa chica rubia a la que acompaña a casa de vez en cuando. Le entiendo, y la verdad, no me importa. El año que viene estaré fuera. Mis padres han decidido dejar que me vaya. Estoy contenta. Aunque imagino que en el último instante, antes de bajar del coche, porque quiero imaginar que me acompañarán, ya saben, para hacer que parezcamos una familia, me pondré algo nerviosa. Algo más insoportable de lo que les tengo acostumbrados.
Seguramente recuerde estos años con cariño, porque: 1. Uno siempre recuerda las cosas horribles y 2. Con la distancia, y tiene sentido porque ya no importan tanto, el cariño es más cómodo que el odio. Y, claro, odiar algo que no te importa es ciertamente complicado. Odiar es querer. Es como valorar algo en la misma proporción aunque la sensación sea contraria. Adquiere un valor parecido dentro de la estimación que queramos darle.
Mis padres se separaron durante este año. Por eso, aunque se hayan sentado uno al lado del otro, no han cruzado palabra en toda la tarde. Espero muchas llamadas de mi hermana pidiendo asilo el año que viene.
Dos de mis amigas no se hablan por una historia de uno de los tíos de clase en el cumpleaños de no sé bien quién. No es importante, pero sí tarde para intentar corregir los insultos de la última vez que nos vimos. Lily se quedó embarazada, aunque ya no lo esté. Y bueno, parece que vaya a casarse. ¡Sorpresa!
Las cosas están más o menos así. Terminar el colegio es el primer paso hacia la evolución humana. De hecho la sensación ahora es que dependiendo de la carrera que escoja tendré que seguir lidiando con gente de la que no quiero saber nada. Tengo ganas de perderos de vista. Es innegable.
Que paséis un buen verano.
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Entonces solté el micrófono y sonreí.
Todo el mundo en el auditorio se puso en pie. Menos mis padres y los profesores, claro. Mis compañeros aplaudían sin parar. Para que vean que no me equivocaba. Así fue como terminé el instituto.
Lo que pasó después no tuvo nada que ver.
Enid, 1994.


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