26 November 2012

#5 RELATO DEL LUNES‏

Canción: Neutral Milk Hotel – Two Headed Boy

Two Headed Boy
  • ¡Es que no lo entiendo! – exclamó Dennis medio ahogado, sin girarse.
  • Vale. – respondió Lena.

Entonces se acercó al perchero que había en la entrada. Un mueble de bambú que les había regalado Jane, amiga de Dennis, el día en que se mudaron a aquella casa. Agarró su abrigo, giró el manillar de la puerta y se marchó.
Dennis seguía apoyado en la encimera, inclinado sobre la pila en la que pretendía terminar de lavar una lechuga cuando a Lena se le ocurrió decirle lo poco que sentía haberse acostado con su mejor amigo.
Jack era algo más alto que Dennis y algo menos corpulento. Eso que Dennis no era precisamente un bargueño. Tenía los ojos marrones. Y las manos grandes. Más que Dennis, de hecho, pero parecían menos delicadas. Solía llevar camisas de cuadros. Como si la moda de los leñadores de Seattle hubiese hecho verdadera mella en su armario. Y, alguna vez, se ataba pañuelos al cuello incluso. Como un caballero inglés. Muy pretencioso.
Dennis simplemente no podía creerlo. Cuánto hacía que conocía a Jack ¿quince? ¿Veinte años? Eran amigos desde el segundo año de universidad. ¡Desde los diecinueve! ¡Qué clase de amigo hace eso! ¡Qué clase de amigo no está presente en un momento así porque resulta ser PROTAGONISTA!
Oh. No’ era lo único que Dennis era capaz de discernir en aquel momento. Antes de poder terminar de lavar la lechuga. Antes incluso de presionar el mango con fuerza para que volviese a salir agua del grifo, Dennis, caminó por toda la casa hasta dar con su teléfono móvil. Marcó el número de Jack y ajustó una cita para esa misma noche.
Eran las ocho y media de la tarde. Dennis no terminaba de entender cómo, aún sabiendo lo que hacía, Jack había accedido al encuentro. La pieza de verdura permanecía seca, sobre la tabla de cortar de la cocina, impertérrita; casi virginal. Lena tenía que habérselo contado a Jack ya. Seguro que él ya sabía lo que Dennis quería decirle. Seguro que era consciente de que tendría que hacerle frente. Con todo había descolgado el teléfono como si nada, y no sólo eso, si no que asimismo había accedido a encontrarse en su cervecería favorita. ‘Vaya’, se repetía Dennis. ‘De ahora en adelante odiaré ese lugar’.
Cada vez había más luces encendidas en la casa y Lena no daba señales de vida. ¿Estarían juntos? O lo que es peor, ¿aparecerían juntos? No, eso no era posible. No podían ser tan poco considerados.
Dennis empezaba a asumir su nerviosismo. No era capaz de discernir entonces qué le preocupaba más, si la responsabilidad y el respeto de su amigo o perder a Lena de aquella manera. Bueno, era ella quien le perdía a él. Era ella quien le había metido en aquel lío. ¡Dios, Lena!


Dennis pensó entonces en lo mal que lo había pasado Lena desde la muerte de su madre. Quedaba una semana para que se cumpliera el primer aniversario de la pérdida. Quizá aquello no era más que una de las fases del duelo de Lena. Desde luego ella no parecía entender su postura.
Entre las muchas cosas que Lena había gritado tratando de justificarse Dennis aseguraba con especial atención ‘os quiero de forma distinta’ y ‘no quiero perderos a ninguno de los dos’. ¡Cómo era posible! ¡Cómo era posible! Cuántas veces habían discutido sobre Lena. Cielo santo, no era capaz de contabilizar el montón de tardes que habían empleado en resolver algunos de los problemas que Dennis tenía con ella. De hecho Lena era una de las chicas más complicadas que conocían. Precisamente cuando murió la madre de Lena, Dennis y ella peleaban a menudo. La convivencia se complicó. Tuvieron varias riñas fuertes los primeros dos meses y era Jack quien terminaba resolviéndolo todo. ¡Maldita sea! Claro.
Además, Lena, aún iba a clase. Y a Dennis le costaba sobrellevar su horario. Y compatibilizar espacios de trabajo. Y las salidas. Pero, por favor. No había una sola hora del día en que no se acordase de ella.
Lo hacía por la mañana, y sonreía mientras apuraba pequeñas cucharadas de azúcar. Lena siempre le ponía una barbaridad de azúcar al café. Solía acordarse de ella también al pasar por delante de algún escaparate con ropa muy llamativa. Lena odiaba aquella ropa fluorescente. Lo que le traía a la memoria la primera vez que se compró un cómic. Reinhard KleistJohnny Cash: I See a Darkness. Y aquella cola de una hora que hicieron hasta llegar al mostrador para ser atendidos. Y cómo Lena se pasó toda la hora masticando chicle mientras analizaba al resto de personas que esperaban colgada del hombro de Dennis. Dándole vueltas con el dedo a los rizos de su melena roja, espumosa.

Cuando escuchaba alguna frase concreta también se acordaba de ella. E imaginaba su reacción. O esperaba a contárselo al llegar a casa y observarla. Lena era una persona graciosa. Con humor del bueno. Una de esas personas ocurrentes y divertidas con las que puede pasar uno tres días seguidos riendo y no terminar agotado de la misma broma. Tenía miles de gestos de Lena grabados, como si fuesen propios. Lena también solía levantar un extremo de la boca, casi hasta la mitad de su mejilla, como dejando resbalar la sonrisa. Sobre todo cuando alguien decía alguna estupidez encantadora. Era una mueca refleja. Y se frotaba los ojos sin parar cuando no llevaba maquillaje. Por todas las veces que decidía aderezarse la cara. Cruzaba siempre los dedos de la mano derecha cuando estaba nerviosa o se cogía una mano con otra si no sabía qué hacer. Ese gesto ya era de los dos.
Una cosa que le encantaba a Dennis es que cuando había mucha gente alrededor y Lena no conocía a nadie solía acercarse a su oído y decir ‘sólo te escucho a ti’. Aquello significaba que empezaría a contestar con despotismo en menos de media fracción de segundo. Esas marchas forzadas siempre terminaban en algún lugar mejor.
Una noche, meses antes de que la madre de Lena muriera. Fueron a cenar a un restaurante chino. Era invierno. Lena se pasó toda la noche jugando con una niña que correteaba por el comedor. Aquella niña resultó ser la hija de los dueños del restaurante; terminaron por regalarle uno de esos cuadros en los que parece que el agua se mueve. Fue esa noche cuando Dennis comprendió, en cierto modo, que Lena no era una chica como las demás. Que tendría que aprender a convivir con ello. Y que no trataría de estar a la altura. Simplemente intentaría evitar conflictos y disfrutar de todo lo que ella disponía.
Y ahí estaba, pensando en todos los momentos divertidos y bonitos. Después de todo. No tenía ningún sentido pensar en ello ahora. En aquel momento Dennis tenía que estar enfadado. Tenía que ponerse el ceño fruncido antes que los pantalones tejanos.
Y eso hizo. Se miro en el espejo enfadado. Se vistió. Se colgó la chaqueta sobre los hombros, cogió las llaves, pasó los brazos por la manga correspondiente y repitió el mismo gesto que Lena hacía unas horas. Quizá con un poco más de suavidad. (Encima).
Al llegar al Americano, Dennis no titubeó. Jack siempre aparecía tarde así que entró en el bar. Saludó a la camarera, conocida, sin aspavientos. Y alzando la mano señaló, segundos antes de abalanzarse sobre el banco, una pinta de Brooklyn Lager que otro de los clientes del bar sujetaba sobre la barra.
La camarera no tardó demasiado en acercarse, desde que le señalase la cerveza del otro tipo, a traer la suya. Tenía un par de preguntas en la punta de la lengua. Pero no quiso ahondar en el asunto de por qué Dennis portaba el semblante serio, las manos blancas, y la saliva espesa. Lo dejó tal y como estaba. Tentando al buen humor con una sonrisa. Que Dennis retornó de manera educada.
Antes de poder incluso repasar mentalmente lo que quería decirle, antes de darse cuenta de que ya estaba allí, Jack se sentó frente a Dennis. Era una mesa amplia. Frente a la ventana. Elegantes, como en un cuadro de Hopper, se saludaron con un apretón de manos. Dennis ni si quiera se puso en pie para hacerlo. Después del saludo, Jack se acercó a la barra. Pidió otra cerveza y volvió para sentarse en el banco almohadillado, de cara a Dennis.
Jack llevaba una chaqueta de cuero negra con una camiseta gris desgastada debajo. Unos vaqueros rectos con los bajos doblados y unas New Balance grises, muy desgastadas, que compraron juntos el domingo en que Martha le dejó. Hacía casi tres años.

Está especialmente guapo’ pensó Dennis. ‘Especialmente feliz’ se repitió mientras se llevaba la mano derecha a la boca para mordisquearse una uña.
  • ¿Cómo ha ido el día? – preguntó Jack con naturalidad sujetando su cerveza.
¡Pero bueno! Cómo puede ser… ‘ Dennis no entendía absolutamente nada. Y retirándose la mano de la boca para poder hablar exclamó.
  • Dímelo tú – mientras sustituía el dedo por la cerveza en su boca y volvía a colocar la mano después del segundo trago.
  • ¿El qué? – preguntó Jack tranquilo.
  • Cómo ha “ido el día” – dijo Dennis algo más cabreado.
  • Mi día ha estado bien. He trabajado hasta tarde y he salido a dar un paseo antes de venir. Cuando me escribiste aún estaba con el proyecto de NEMS.
  • Oh, Jack, por favor… - Dennis recogió su cabeza con las manos. La movió. Como hacen los hombres cuando discuten con una mujer.

Apretó la mandíbula y respondió:
  • ¿Me vas a contar lo de Lena? He hablado con ella.
  • Ooh… JO-DER. Me dijo que lo hablaríamos los tres.
  • Da igual, da igual que seamos diez, cuatro u ocho. Eres mi mejor amigo, Jack. ¿Entiendes eso? ¿Entiendes que Lena es casi todo lo que hace que me sienta cómodo en mi propia piel? ¿Lo entiendes?
Jack bajó la cabeza arrepentido.
  • Dennis, me gusta Lena.- respondió con miedo.
  • Es que ¡No puede ser! No me lo puedo creer – Dennis se agitó en el banco, moviendo las manos, rozando los dedos con sus labios, volvía a estrechar la mandíbula. – ¿No entiendes que estas cosas entre amigos no pueden pasar? ¡Maldita sea Jack! Confiaba en ti.
Jack con la cabeza aún baja contestó
  • Sabes que somos amigos, Dennis, sabes que nunca te he fallado. Ni aquella vez que la fulana con la que estabas se acercó en la fiesta del cumpleaños de Brandon e intentó… ya sabes…
  • Es que no puedo creerlo… ¿En qué momento te planteas que puedes acceder a esto? ¿En qué momento… ¿Cuándo empezó todo esto? Quiero saberlo.
  • Oh… ¡Vamos Den! No pienso entrar a ese juego.
  • ¡No me vengas con eso Jack! Tengo derecho a saberlo.
Era evidente que la decepción de Dennis iba en aumento. Igual que la vergüenza, aún consciente, se apoderaba de Jack. Que, cada vez más rojo, ofrecía explicaciones breves y bochornosas sobre cómo y cuándo empezó todo. Cómo y cuando decidieron transformar la situación en realidad. Cómo y cuando empezaron a hacerse cargo de que aquello iba mucho más en serio de lo que eran capaces de sobrellevar en secreto.
El alcohol, igual que la tensión se perdía entre gargantas y Dennis estaba cada vez más triste y obcecado.
  • ¿Qué se supone que debo hacer Jack? ¿Os entiendo? ¿Os abandonó a la suerte? ¿Me abandono? – Dennis, visiblemente ebrio, resbalaba en sus propias palabras. Considerando que la dicción era lo menos importante.
  • No es para tanto. Creo que iremos acostumbrándonos. Con el tiempo…
  • ¡No es para tanto! – Dennis se puso en pie, el bar estaba notablemente lleno - ¡Que no es para tanto, dice!
Anna, la camarera, miró a Dennis alertada por los gritos y cruzó la barra. Acercándose, le tomó del brazo, Dennis forcejeó unos segundos y paró, al ver la cara de Anna mirándole a los ojos.
  • Dennis, tranquilízate, ¿quieres? – dijo ella sonriente como cuando le sirvió la primera cerveza. Como siempre.
Jack no sabía qué decir. Se había puesto en pie también, alertado por la fuerza de Dennis.
  • ¡No es para tanto!”, dice. “Nos acostumbraremos con el tiempo”, dice. – y levantando la voz más que las manos exclamó - ¡Cómo voy a acostumbrarme a que mi mejor amigo – señalando a Jack – se acueste con mi hija!

Jack se tapó la cara, intentando ocultar su rostro de todos los ojos abiertos que apuntaban en aquella dirección. Dennis tardó menos de un minuto en desplomarse sobre el banco almohadillado del Americano.
Lena tardó algo más en aparecer. Alrededor de una hora y media desde que recibiera el mensaje de Jack avisando sobre la discusión.
A Dennis le costó una resaca y un día entender que Lena quisiera escuchar a otras personas.
Laura P. Calle


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