Algunas
esperas se hacen más largas que otras. A veces, el tiempo pasa como
un relámpago, y otras se convierte en algo demasiado largo, casi
infinito…
Mi
espera para ver a Foals ha sido así, larga. Vinieron a Barcelona
hace seis años, y no volvieron a pisar la ciudad (a excepción de
telonear de forma rápida a Red Hot Chili Peppers, en el Palau Sant
Jordi) hasta el domingo pasado, 27 de Octubre. Hace seis años, yo no
estaba en Barcelona. Cuando telonearon a los Peppers, las entradas
eran muy caras. Pero si sabía algo cuando anunciaron el tour y vi la
fecha en Barcelona, era que nada podría impedirme ir a disfrutar de
su música en esta ocasión.
Las
entradas salieron hace más de seis meses; y yo compré la mía el
mismo día que se ponían a la venta. “Nada me lo impedirá esta
vez”; me repetía a mí misma mientras la compraba, “Nada me
amargará el concierto”.
Los
meses pasaron, la espera se hizo de rogar. La entrada, colgada en una
pared, me miraba y saludaba cada día, poniéndome la miel en los
labios cada vez que la miraba. Pero por fin llegó el domingo 27 de
Octubre, y yo me dirigí hasta Razzmatazz feliz, casi eufórica. “Hoy
es el día, nada me amargará este concierto”.
Y
de pronto, esperando en la cola, me entero de la trágica noticia de
aquel día; ése momento en el que muchos sentimos que nos hemos
quedado un poco huérfanos por la muerte de Lou Reed. Recuerdo que,
tras corroborar la noticia, comencé a llorar, y justo la cola
comenzó a andar. Entré en la sala y me coloqué junto a una de las
columnas de Razzmatazz para esperar a mis amigos, mientras intentaba
calmarme. A lo mejor a muchos de vosotros os parece exagerado, pero
qué queréis que os diga, yo me he criado escuchando a Lou Reed y su
This Magic Moment; Sweet Jane de Velvet Underground…
Everything
Everything saltaron al escenario mientras yo aún me recomponía de
la noticia. Photoshop Handsome me sacó un poco de mi aletargamiento,
y decidí que debía intentar disfrutar de aquello. Seis años
esperando me lo pedían a gritos. Y el sonido de la banda era, a
decir verdad, bastante bueno; así pues me dejé llevar mientras
ellos tocaban temas como Kemosabe, Radiant o Weights. Lo que empezó
como una actuación algo floja para mi gusto, se tornó en una
excelente actuación para cuando comenzaron a tocar Schoolin’,
provocando que cada vez más todos fueramos bailando, aplaudiendo y
saltando. Para cuando Everything Everything se despedía del público,
ya estábamos todos ansiosos por vivir lo que se avecinaba, ése
mágico momento, “This magic moment”…
Prelude.
El preludio de lo que nos esperaba, algo que todos deseábamos pero
que no imaginábamos que iba a pasar. Foals saltaban al escenario de
forma calmada y pausada, seguros de sí mismos, y nos invitaban a
bailar y a tocar las palmas. El público respondía emocionado,
¿cuánta gente debía de haber en aquella sala que llevaba esperando
seis años, como yo? Total Life Forever y Olimpic Airways caldeaban
el ambiente con una potencia que, a decir verdad, no me imaginé que
Foals pudiera desprender en un concierto. Y es que, si bien el sonido
no era “igual” que en los discos; era un sonido que te obligaba a
bailar, a saltar, a disfrutar. My Number hizo que todos nos
creciéramos y saltáramos, para luego intentar calmarnos con Blue
Blood (y no conseguirlo). Yannis lideraba sin temor aquella orquesta
sinfónica y aquel delirio que poco a poco se iba contagiando entre
todos, incluso en él mismo; dejándose abrazar por el público
cuando se tiraba a él. Para cuando anunció Late Night, lo dedicó a
Lou; mucha gente a mi alrededor no entendió el por qué, pero yo sí;
aplaudí y vitoreé tal gesto, porque se lo merecía. Milk &
Black Spiders dio paso a Spanish Sahara; la cual me sonó diferente e
infinitamente más bella en directo que cualquiera de las cientos de
veces que la había escuchado antes. Red Socks Pugie provocó que
todos saltáramos sin parar; y entonces, Electric Bloom; ése
momento en el cual Yannis cogió un tambor de batería para marcar
con más fuerza los ritmos del tema, desatando en cierto modo su
locura.
Encantados
con el público, con la fuerza que había en la sala en aquel
momento, con el calor; el señor Philippakis decidió que era hora de
dar un paseo por la sala que antaño le enfureciera (todos conocemos
la historia de su primera actuación en Razzmatazz, hacía seis años;
los seis años que han tardado en volver) y trepó hasta la parte de
arriba desde el escenario, para alcanzar uno de los poyetes salientes
en mitad de la salta y otear el ambiente desde allí. Todos,
entusiasmados, gritábamos, aplaudíamos; y él decidió que era un
buen momento para saltar. Y saltó.
El
público recogió de su vuelo al líder de Foals, y lo llevó de
nuevo al escenario. Durante unos minutos, Foals se tomaron un
descanso de no más de cinco minutos, para luego volver al escenario
y tocar uno de los temas más míticos de la banda: Hummer, el cual
se popularizó bastante por aquel capítulo de diez minutos colgado
en internet de la serie británica “Skins” (y en el cual salen
ellos mismos). Muchos (me incluyo entre ellos) bailamos como si no
hubiera un mañana mientras gritábamos “Oh, come on!”, para
luego gritar aún con más fuerza Inhaler, y, para finalizar, el
“Papará… Papará papá…” de Two setps, twice; tema con el
que cerraron el concierto, de forma redonda.
A
juzgar por la cara de Yannis, de Jack, Edwin o Jimmy, esta vez sí
había sonado todo como debía sonar. Esta vez sí se habían
reconciliado con la ciudad condal.
Seis
años. Seis años cuya espera ha merecido la pena. Ahora ya sé que,
tras la noche del domingo, no volverán a pasar seis años otra vez.
Y además, cada vez que escuche a Foals, recordaré con una sonrisa a
mi querido Lou Reed.
TEXTO Y FOTOS: Libertad http://sahakiel.blogspot.com.es/
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