La
última vez que vi a The Smashing Pumpkins fue en Madrid, hace más
de diez años. James Iha y Jimmy Chamberlain acompañaban aún al
siempre carismático Billy Corgan (a quien, por aquel entonces,
D’arcy ya no hacía, aunque era sustituida durante la gira del
Machina por Melissa Auf der Maur). El concierto se sucedió en un
enorme estadio deportivo, lleno de miles de fans que esperábamos
ansiosos aquella gira de ‘despedida’. He de confesar que aquel
fue uno de los conciertos de mi vida, ya que considero a The Smashing
Pumpkins la banda sonora de lo que ha sido toda mi infancia y
adolescencia. La rabia, la tristeza, la melancolía que inspiraban
muchas de sus canciones me acompañaron en aquellos momentos claves
que marcan una vida en esos años. Sí, podría decir sin temor
alguno que The Smashing Pumpkins son la banda de mi vida.
La
semana pasada, la formación liderada por Billy Corgan pisó una vez
más la ciudad de Barcelona. Cabe decir que la situación tenía
menos glamour que la anterior vez que los vi, allá por 1999: Billy
está más mayorcete, es el único que queda de la antigua formación
y la sala era mucho más pequeña que los estadios a los que antaño
estaban acostumbrados. No obstante, comenzaron puntuales, a las
20:45, entre vítores y un primer problema de sonido que el público
se tomó con parsimonia y alegría. Sin pronunciar palabra, Quasar y
Panopticon, temas de Oceania (el más reciente trabajo de Billy
Corgan bajo el nombre de The Smashing Pumpkins) abrieron la velada,
demostrando que tal vez los componentes de la banda no son los
mismos, pero Billy sabe imprimirles fuerza y carisma con su guitarra
y voz, a mi parecer, impresionantes. A continuación llegó el
primer clásico de la banda, Rocket; que fue recibido con numerosos
aplausos por parte de aquellos acólitos que nos conocemos el riff
inicial de cada uno de sus temas. Starz dio paso a Space Oddity, una
cover de Bowie que aunó las voces del público más melómano y
gustó a la mayoría.
Tras
estos temas, vino la primera tanda de canciones más míticas: X.Y.U,
el fabuloso Disarm o el esperado Tonight Tonight, precedido por el
Tonite Reprise que no todo el mundo conocía y desconcertó (para
bien) a unos cuantos. Por fin, tras Pinwheels y alguna otra púa que
tiró al público; Billy se dignó a hablar y a presentar a la banda
que lo acompañaba, bromeando con su actual guitarrista Jeff
Schroeder, algo que me causó cierta nostalgia al recordar aquellos
momentos en los que James Iha le quitaba el protagonismo para decir
absurdeces por su micrófono, bromear con el público o bailar en el
escenario. Seamos francos: la faceta cómica de Billy Corgan no es la
mejor, pero se agradeció un poco de contacto con el público antes
de tocar Oceania, el mastodóntico tema de nueve minutos que da
nombre al último trabajo de la banda y que, personalmente, no me
apasiona (creo que hay otros temas más aprovechables del disco, como
The Celestias o My Love is Winter, que no se tocaron).
Sin
embargo, la que para mí fue la primera sorpresa de la noche, sucedió
a continuación: los primeros acordes de piano introdujeron el tema
Blank Page, de su disco Adore, para luego dar paso a Thirty-Three;
dos temas que no esperaba encontrarme en el setlist de la velada.
Intercalando
temas de Oceania y Zeitgeist (algo que podría haberse ahorrado, ya
que además los dos que tocó son bastante olvidables) llegaron
también temas míticos como Ava Adore, Zero, Stand Inside Your Love
o Bullet with Butterfly Wings, el cual fue sin duda el que más movió
al público de la sala con saltos y algún que otro empujón. Tras
United States, la banda se retiró del escenario mientras el público
clamaba que querían más y más. Y así sucedió, aunque el bis
contó con sólo dos canciones: una cover de Immigrant Song de Led
Zeppelin (tema épico donde los haya) y el que es considerado el tema
abanderado de The Smashing Pumpkins: Today, con el cual finalizó el
concierto, de más de dos horas de duración. Tras firmar algunos
discos que el público iba pasando hacia el líder de las calabazas
estrelladas (y que firmaba con una sonrisa en los labios), algunos
pudimos constatar que tal vez no era ‘The greatest day I’ve ever
know’, ya que para muchos faltaron algunos temas que nos han
acompañado durante muchos años… pero que, sin duda, la velada
había estado entretenida.
Texto: Sahakiel Fotos: Xavier Mercadé
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