Crónica del
Concierto de Bon Iver.
Antes de que se
abrieran las puertas del palacio Euskalduna, ya había un gran
runruneo en las inmediaciones, no era para menos; segunda vez que
venía Bon Iver a España (la primera fue en el Primavera Sound
2008), y presentaba su segundo álbum, el que para muchos había sido
el mejor del año pasado. Pocos de los presentes habían visto
previamente el show, algunos curiosos estaban por allí de paso,
otros invitados u acompañando a sus parejas (convencidos
mayoritariamente con canciones como ‘Skinny Love’). Tres horas
después en el mismo lugar y con la noche echada sobre Bilbao la
gente no daba crédito a lo que acababa de ver.
Comenzó Bon Iver a
las diez menos cuarto con Perth sobre el escenario más perfecto para
su ejecución; colgaban una especie de telas marrones dando la
sensación de una cueva donde quedaba resguardada la banda, separada
a su vez en dos bloques (una primera fila con Justin Vernon, dos
guitarras, un saxofonista y un trompetista que de vez en cuanto ambos
irrumpían en los teclados y una segunda con dos baterías, un bajo y
un percusionista multifunciones). Había unas pequeñas lucecitas
alrededor que se encendían intermitentemente. Todo ello daba la
sensación de que en aquella cueva brotaría música.
Y así fue. Perth
sonó en todo su esplendor, los tambores del crescendo de la canción
acompañados de unas luces cegadoras eclosionaron en el ambiente y
Euskalduna enmudeció, Bon Iver ya se había ganado al público que
acaba de ver hacia unos 15 minutos al simpático Sam Amidon solito
con su guitarra y banjo, en un buen show pero que no tenía nada que
ver con lo que estaba sucediendo ahora en ese mismo escenario. El
rescoldo de Perth se transformó en Minnesota, WI y no dio tiempo
para el suspiro.
Sonó Flume la
tercera y se incrusto perfectamente en la dinámica del segundo
disco, la banda supo reconvertirla y empezó a trazar una
melodía a mitad de la canción totalmente ajena para volver de nuevo
al estribillo. Excepto hasta el segundo bis, todas las canciones que
tocó del For Emma, Forever Ago (2008), se fusionaron de la mejor
forma posible dentro del Bon Iver (2011).
El gran peso del
setlist se lo llevó ese maravilloso segundo disco donde las
canciones en directo alcanzaron un alto grado de belleza; se
trabajaban poco a poco, aparecían y desaparecían instrumentos con
toques muy sutiles, cada uno dando una forma especial a la canción,
formando parte de un todo y Justin Vernon como si se tratará del
maestro de un taller de orfebrería dirigía a la banda en cada
compás. El de Wisconsin marcaba
los tiempos, se ponía de rodillas, cogía la guitarra, pasaba al
sintetizador, a los teclados. Wash, Hinnon, TX y sobre todo Holocene
y Towers quedaron realmente preciosas. Hubo tiempo también para
rescatar alguna joya de algún EP como es Blood Bank que la
banda introdujo con cruce de guitarras impulsando la
melodía inicial.
Con Re:stacks Justin
Vernon se plantó solo en el escenario, con una guitarra, y con la
banda en el backstage, dio a conocer su lado más íntimo
en esa canción tan desgarradora como es Re:stacks (‘when
you money’s gone and you’re drunk as hell),
una de las canciones que mejor definen su primer disco, el más
personal sobre todo en las letras de las canciones.
Hubo dos bises, en
los que la gente respondió a la banda; el auditorio se puso en pie y
aplaudió hasta que la banda volvió a salir al escenario, Justin
Vernon quedó sorprendidísimo
de la acogida aun
siendo consciente del show que estaba cocinando y sirviendo.
Una de las grandes
ventajas de los conciertos de este tipo donde la gente está sentada
es que por un lado humanizan a la banda, de un modo u otro, al no
haber vallas
de seguridad y encontrase el público tan cercano al escenario, el
artista se encuentra más desprotegido y da la sensación de que es
más humano. Hasta que tocó Re:stacks Bon Iver no dio esa sensación,
Justin Vernon fue una especie de místico sobre el escenario,
acompañado por 8 músicos y por un equipo de técnicos encargados de
luces y proyecciones que no dio tiempo al respiro, con una intensidad
pocas veces
vista ( me recordaba a Arcade Fire pero cada uno en su terreno). Y
luego pasó
a humanizarse de la mejor manera posible, con Re:stacks y sobre todo
con The Wolves (Act I and II) donde animó
al público a cantar, bromeó (‘cantad
que esto está
oscuro
y nadie os va a ver’)
y sobre todo con Skinny Love, fuera del escenario a escasos dos
metros del público, Justin Vernon cogió la guitarra y los 8 músicos
le siguieron alrededor de él, haciendo sonidos con las palmas y los
pies. Aquello fue el colofón perfecto.
Cerró
con For Emma un concierto para enmarcar, impecable, con una puesta en
escena espectacular, ya a la salida la gente no daba crédito y los
comentarios eran unánimes: Bon Iver había golpeado fuerte Bilbao.
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