Como fanático de la banda liderada por Kurt Cobain poseo muchos ítems de los desaparecidos reyes del grunge pero hoy quiero hablar de su concierto desenchufado, antesala y carta de disolución de un trío que fue algo más que una simple formación de rock de guitarras estridentes. Parece que Cobain sabía que quedaba poco para el final y cada mirada cada palabra están enfocadas hacia el mismo lugar: sufrimiento, desidia y posterior suicidio. Pero no me enrollo más y os dejo lo que para mi fue una auténtica revelación. El conjunto podría haber tirado de sus éxitos de siempre y quedarse con la etiqueta de previsibles pero...eran Nirvana.
Kurt escogió un listado de canciones ambiguo que contenía versiones de los resucitados The Vaselines -tocaron el año pasado en el Primavera Sound-, del mago David Bowie -del que hoy hemos hablado- y de los hermanos inventores de Meat Puppets. -que tuvieron sus quince minutos de fama-. Lo mejorcito está en el tarro pequeño. ¡Observad, malditos!
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